"El café es un lugar
donde uno puede arruinarse,
cometer crímenes o enloquecer"
Vincent van Gogh
En 1992, año en que Federico Manuel Peralta Ramos mutó en millones de partículas para perderse por siempre en el espacio, aún no existía Internet. Por eso, hace varios días que vengo pensando, ya de manera caprichosa, como se llevaría el tipo con esto de la Web. Entonces lo imagino en un coqueto bar con zona wi-fi, laptop sobre la mesa, un cortadito humeante, redactando comentarios inimaginables al pie de algún inspirado posteo de le Chiwí o de quien escribe.
Cantor, artista plástico, showman, pensador urbano, Federico emergió en la Buenos Aires de los ´60 como un ciudadano del universo. Versátil como pocos, el gesto artístico fue su marca registrada. Deambulando entre galerías de arte, boites de moda y bares copetudos, fue convirtiéndose de a poco en una especie de ícono del dadaísmo porteño.
Hay una anécdota que lo define de cuerpo entero: en el ´64 expuso en Galería Witcomb unos cuadros tan pero tan grandes que no pasaban por la puerta del lugar. Federico, serrucho en mano, los cortó al medio, luego juntó los pedazos y los colgó. Las capas de materia que usó para su obra empezaron a derretirse y a chorrear sobre el piso. Y él observando fascinado. JA.
Diez años después, le vendió a la entonces vedette Egle Martin (una morocha de sugestivas curvas que supo poner en jaque el matrimonio Chiqui Legrand-Daniel Tinayre) la réplica exacta de un buzón. “Vender un buzón responde al inconsciente colectivo de este país”, dijo. JA JA.
En el jodido 1976 se unió al gran Antonio Berni para la muestra “Creencias, supersticiones de siempre”. Ahí Federico ideó una tumba de Tutankamón forrada toda en papel dorado. La gente entraba a la tumba para preguntarle cosas a la momia y ésta resucitaba para contestar sólo lo que le parecía interesante. JA JA JA.
Federico fue vuelo, algo que escasea por estos días. Hasta mi querido y admirado Gordo Casero le ha afanado bastante para engendrar su Cha-cha-cha. ¿Un loquito al dope? ¿Un platudo aburrido? ¿Un gordo salame? Se pueden decir y pensar tantas cosas sobre el tipo, y está bien, “la libertá é libre”, pero pienso que si un grande como Tato Bores (¿cómo olvidar el “hoooooola Taaaaaato”?) se jugó al dejarlo crear a gusto y piacere en sus ciclos tantos domingos seguidos seguramente no fue por mostrar sus regordetes glúteos bailando Axé.
Federico, mientras sigo escribiendo, sonríe con ganas por mi ocurrencia.
Che, le Chiwí, creo que le caemos bien.
E.P.O.
ALGUNAS MÁXIMAS DEL GORDO:
“SOY AQUEL BOOMERANG QUE NO QUISO VOLVER PORQUE SE ENCONTRÓ CON DIOS”
“YO SOY UNA ESTRELLA PORQUE SALGO DE NOCHE”
“LEONARDO PINTÓ LA ÚLTIMA CENA, YO LA DÍ” (luego de gastarse los U$S 3.000 que le otorgó en 1968 la Beca Guggenheim en una cena para sus amigos en el hotel Alvear)
“ABRí UNA VENTANA PARA QUE SALIERA EL MAL OLOR Y ELLOS NUNCA ME LO PERDONARON” (“ellos”: los de su alto entorno social)
“NO SÉ A QUE ME DEDICO. ME BASTA SER EN EL MUNDO”
“VOY A DEJAR DE ALIMENTARLA METAFÍSICAMENTE” (cuando se enojó con Marta Minujin y nunca pero nunca más le dirigió la palabra)
“YA VIENEN TIEMPOS MEJORES. VOY A EMPEZAR A SER MÁS ACEPTADO Y EL UNDERGROUND VA A SER OVERGROUND Y LOS MARGINADOS SE VAN A OFICIALIZAR”