lunes, 10 de noviembre de 2008

BUDIN INGLES

BEGGARS BANQUET (1968) – THE ROLLING STONES. Y sí, están jovatos los Rollin’. No jodamos. Cuarenta y largos años rodando por todo el universo a fuerza del más puro rock&roll y de guiños acertados a otros ritmos según la época. Estas piedras agrietadas por el tiempo (y los excesos, je) aún ruedan, como un grupo de tipos que todavía encuentran el gustito en juntarse a tocar, pero también sabiéndose mantener como la más grande empresa del complicado circo del estrellato rockero, siendo hoy los máximos exponentes de lo que significa casualmente eso: ser una rock star, por encima de otros tótems sagrados como McCartney, Dylan o Clapton, por citar algunas leyendas que aún no están zapando en la Gran Banda del Cielo. ¿Qué duda cabe?

Ahora bien: antes de los millones incalculables, de las megagiras, de los aleteos jaggerescos (y sus patéticos imitadores a nivel mundial, ay), de las poses de gitano-corsario de Richards, y de discos bárbaros pero no geniales (que me perdonen los pibes de Topper blancas y “jardinero”, pero desde el ´89 con “Steel Wheels” que quien les escribe no sacraliza un álbum de Sus Majestades), antes de todo eso, en los ´60, los Stones editaban discos que, aún hoy al escucharlos, me parten la cabeza como un durazno. Epocas donde la “competencia” eran Beatles, Who o Cream, por citar algunos. Pavadita de nenes, ¿no?

Para ese entonces, el increíble Brian Jones aportaba al grupo matices diferentes que los alejaban positivamente de a ratos del rock, el blues y el rhythm & blues, volando incluso a mundos sonoros mas complejos de la mano de un oboe, un citar o un melotrón. Multiinstrumentista, fachero y talentoso el pibe. Pero autodestructivo, claro.

En “Beggars Banquet” encontramos al rubio Brian por última vez en estado sobrio, dado que si bien su última participación oficial en la banda fue en “Let it Bleed” (1969), debido a su enajenamiento cada vez más prolongado de todo y de todos, en ese trabajo tan solo tamborileó un par de congas y poco más, haciendo que Mick y Keith tomaran la drástica decisión de encargar la otra guitarra a un pendejísimo Mick Taylor, virtuoso violero surgido de las filas de esa especie de grupo-escuela comandado por el padrino del blues británico: John Mayall & The Bluesbreakers.

Expulsado de la banda Jones, el resto es historia conocida: una fatídica piscina, duelo, secretos ocultos, chismes, leyenda.

“Beggars Banquet” cuenta con una decena de clásicos exquisitos que contrastan totalmente con la idea de ese baño sucio -como de bar o de alguna estación de tren- de la portada. ¿Mis cuatro predilectos? “Sympathy for the devil” y su hipnótico y salvaje ritmo de samba que desemboca en uno de los riffs más festejados de la historia del rock, el poderoso blues “Parachute woman”, “Street fighting man”, tema símbolo (¿e inspirado?) en los rebeldes estudiantiles del Mayo Francés de ese mismo año, y “Salt of the earth”, con la voz de un joven Keith y una dulce guitarra acústica haciendo la intro para luego terminar la canción, y también el disco, a todo trapo, con la banda en absoluta plenitud, madura, en la etapa más creativa y cautivante de toda su carrera (yo la estiraría hasta “Some girls”, de 1978, discusiones rolingas al margen).

Sugerencias para su escucha: Cuando, donde, como y con quien se le cante. Es un Clásico, así, con mayúsculas, no se aferra a modas ni momentos. Eso sí: del tema 1 al 10 sin cortes eh. Caso contrario, se puede llegar a considerar una herejía, y ahí sí, no hay simpatía por el diablo que valga.


E.P.O.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ayer me vi la peli "chanel 27" sobre mark chapman cuando mato a John lennon y como es tomada desde la propia mente de pirado de mierda del tipo, uno en algun peligroso pasaje de la peli llega a pensar "claro, es logico, lo tiene que hacer boleta"

Luis del oeste